Fortino Cisneros Calzada
En las elecciones del 2 de junio del 2024 se juega el futuro de México. Si hubiera que atender las palabras de Ricardo Belmont, se diría que también el de Latinoamérica. Ora que Jan Luc Melenchon agranda la proyección a nivel planetario. Las expresiones del peruano y del francés no son una exageración. Ya en los inicios del siglo XX México hizo la primera revolución social del mundo y se adelantó con mucho en el sentido humanista del ejercicio del poder.
Pero, en este momento lo que importa es la sucesión presidencial, cada vez más cerca y más clara. Por principio de cuentas, habría que decir que todas las encuestas serias dan una cómoda ventaja a Morena, el Movimiento de Regeneración Nacional creado por Andrés Manuel López Obrador, que gobierna amplias parcelas del territorio nacional y ha ido creciendo constantemente frente a una oposición que no ha sabido articular una oferta viable y congruente.
De hecho, a un año y dos meses del proceso eleccionario que renovará la Presidencia, el Congreso general, 31 congresos locales, y alcaldía en 25 estados, todos los espacios son ocupados por morenos. No hay en la acera de enfrente un personaje que reúna las cualidades suficientes como para aspirar a “la grande” y demás cargos públicos y de representación. Los partidos políticos de oposición, agrupados en coaliciones absurdas, no han encontrado un líder que reúna capacidad, integridad y voluntad; son políticos de café o de buró.
Ante tal panorama, es claro que todo el acontecer político está enfocado a ganar la Presidencia. Ganarla con absoluta transparencia y certeza. Los ojos del mundo están pendientes de lo que ocurre en México y más lo estarán en la jornada comicial. Cualquiera que sea el candidato de Morena, tendrá que llegar al cargo mediante el voto mayoritario, sin dejar ni el más mínimo espacio para las dudas y las maledicencias. De ahí que ya se haya ideado la estrategia del interés superior, que resulta muy interesante.
En una entrevista de Andrés Manuel López Obrador con el entonces director general del periódico El Mañana, don Heriberto Deándar Martínez, en 2010, este le explicó cómo había recorrido todos los municipios de México creando en cada uno de ellos un comité de defensa del voto y cómo lo habría de hacerlo en todos los distritos electorales, de tal suerte que pudiera conjurar la posibilidad de un nuevo fraude electoral.
Entendiendo la estructura del poder como una pirámide en cuya cúspide está la Presidencia de la República, en medio el Congreso con sus dos cámaras, luego los gobiernos de los estados y sus congresos, para llegar a la base donde se encuentras las presidencias municipales y sus cabildos, las acciones, como el propio presidente López Obrador señala, tienen que venir de abajo hacia arriba.
Para ganar la Presidencia, primero tienen que ganar las alcaldías. Ganarlas no para un aspirante ni para el interés de un grupo; sino para abonar a los candidatos de arriba, hasta llegar a la cima, esto es, a la primera magistratura. El partido y sus dirigentes tendrán que plegar sus preferencias ante el interés superior. Nada de parientes, amigos o incondicionales; sólo podrán acceder a las nominaciones quienes garanticen la mayor cantidad de votos para el partido hasta lograr el carro completo y con ello la garantía de gobernabilidad democrática. Así se entiende y tendrán que entenderlo todos.
Durante los regímenes revolucionarios, la sucesión presidencial se resolvía tomando en cuenta las circunstancias dentro y fuera del país. Quizá la más evidente fue la elección del general Manuel Ávila Camacho en lugar del “hermano” del presidente Lázaro Cárdenas, Francisco J. Múgica, uno de los hombres más brillantes como militar, político y funcionario, porque así convenía a México y a los mexicanos.
Ahora, igualmente: la elección de alguna de las corcholatas será en base al momento que vive el país como adalid del humanismo y la justicia social; pero, siguiendo la estrategia exitosa de ir de abajo para arriba. A la alcaldía tendrá que llegar el que abone mayor capital político al gran proyecto de transformación de la vida institucional de México.