Alicia Caballero Galindo
Históricamente, México ha sido pionero y ejemplo de Latinoamérica en la marcha hacia el progreso del llamado nuevo mundo. Fue de los primeros que se libró del yugo de la corona española, siguiendo el modelo de Francia y siempre ha sabido sobreponerse a las dominaciones extranjeras por ese fuerte sentimiento de amor a la libertad que está implícito en nuestro código genético. Desde la lucha independentista hasta nuestros días, los diversos regímenes gubernamentales, tuvieron la firme intención de construir una nación libre, autónoma, equilibrada y progresista. Haciendo un análisis de los tropiezos a que se ha enfrentado el país, podemos considerar que el denominador común de estos problemas, ha sido precisamente el radicalismo, que genera inequidad.
Cuando se consumó la independencia, aquel 27 de septiembre de 1821, la circunstancia principal que provocó nuevamente el enfrentamiento entre las dos fuerzas políticas, fue la ambición de Iturbide y sus seguidores, que los llevó a traicionar los ideales de libertad y democracia, que fueron el motor del movimiento. El 1 de febrero de 1823 el Plan de Casa Mata, declara la ilegalidad del Imperio y Agustín de Iturbide, es obligado a abdicar. El 4 de octubre de 1824, se promulgó la primera Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, y se integró un triunvirato por los generales, Guadalupe Victoria, Pedro Celestino Negrete y Nicolás Bravo, como es de todos sabido, Guadalupe Victoria asume la Presidencia de la República, sin embargo, las fuerzas republicanas, se enfrentan al radicalismo de los conservadores, que finalmente encuentran eco en Santa Anna, quien asume la presidencia en 1841 con las consabidas consecuencias, producto de una visión unilateral, megalómana y arbitraria al dirigir los destinos del país.
Desde ese entonces, México se ha debatido entre la lucha de las fuerzas liberales y conservadoras por el dominio de la política nacional; al final de cuentas, el Presidente Benito Juárez, supo manejar sus estrategias políticas y militares para expulsar del país al invasor galo con todo y su prestigio en la milicia, estabilizó al país y nacionalizó los bienes del clero, limitando su participación en asuntos políticos y económicos de la nación. Se vivieron tiempos de reajustes, hasta que, nuevamente, la ambición desmedida de los conservadores hizo que se adueñaran de las vidas y haciendas del país encabezados por Porfirio Díaz, quien se desempeñara heroicamente en la Batalla de Puebla el 5 de mayo de 1862 y asumiera la presidencia el 2 de mayo de 1877. Nuevamente, está presente la ambición de unos cuantos, por encima del interés de las mayorías oprimidas, que durante 35 años soportaron la injusticia de la dictadura porfirista. Fue hasta 1910 a raíz de la Revolución, que México emprendió una marcha definitiva y efectiva hacia la democracia con ajustes al sistema democrático.
En una vista rápida a las distintas etapas de nuestra historia, se corrobora que el denominador común que ha orillado a las masas a rebelarse en contra de los sistemas gubernamentales imperantes, ha sido siempre la brecha infranqueable que se abre entre pueblo y gobierno, ricos y pobres, que margina a los grupos vulnerables, provocando los estallidos sociales. México, ha aprendido la lección del pasado y actualmente, gracias a la democratización de los gobiernos, con la pluralidad política y la alternancia partidista en el poder, se ha logrado el sano desarrollo de una sociedad que apunta hacia delante con un horizonte visual de 180 grados. Hemos aprendido que en lugar de radicalizar posturas y cavar abismos, se requiere tender puentes y luchar por una sociedad igualitaria y tolerante. Eso es madurez política.
A nivel mundial, podemos constatar que las naciones desarrolladas, tienen gobiernos democráticos donde se afronta la pluralidad política con madurez. México debe cerrar la puerta a cualquier movimiento radicalista que ponga en peligro la paz nacional. Aún están frescas en la memoria histórica, las heridas infringidas por la violencia, y que no deben repetirse. Tamaulipas a parir del 1 de otubre, inicia un nuevo ciclo, con un gobernante probo elegido por la ciudadanía. Para cada tamaulipeco, debe ser un compromiso, trabajar con honradez, entrega, y un objetivo común: construir el futuro con esperanza, unidad y dedicación. Recordando que el libro de la historia está en blanco y los ciudadanos de hoy, tenemos la pluma en la mano. Trabajemos juntos por un futuro mejor.