La ofensiva mediática para descarrilar la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del caso Ayotzinapa (Covaj) se internacionalizó esta semana con la publicación en The New York Times de un texto claramente sesgado y orientado a distorsionar los hechos con la finalidad de descalificar a la Comisión y, en particular, a su titular, el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas.
La mala fe del reportaje es tal que concede más credibilidad a un individuo como Tomás Zerón de Lucio e incluso insinúa su inocencia, por más que los hechos lo señalen como uno de los máximos responsables de que hasta hoy sea imposible conocer el paradero de los 43 jóvenes de la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos desaparecidos la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero.
La pieza del rotativo neoyorquino de alcance global se inscribe en una estela de golpes del aparato mediático internacional que buscan respaldar y fortalecer a la derecha mexicana mediante calumnias o medias verdades en torno a los esfuerzos de las autoridades federales en materia de esclarecimiento de crímenes, procuración de justicia y acceso a la verdad, así como de las transformaciones en marcha en el ámbito económico, sobre todo en el renglón de ordenamiento de la industria eléctrica y construcción de la soberanía energética.
Ejemplo de lo virulentos que pueden ser dichos ataques, a la vez que de su motivación eminentemente política, es el reportaje del semanario británico The Economist titulado El falso mesías de México, el cual se publicó a sólo 10 días de las elecciones legislativas intermedias de 2021.
Es sabido que la desinformación y la instalación de relatos convenientes a intereses oligárquicos (tanto públicos como privados) se encuentran entre las funciones primordiales de esos medios, como ha ocurrido con su papel de justificadoras de las agresiones necolonialistas contra Irak, Afganistán o Libia; con la desestabilización de gobiernos latinoamericanos democráticamente electos y la creación de ambientes propicios a los golpes de Estado dirigidos o apoyados por Washington y, en estos momentos, con la constante tergiversación de la cadena de acontecimientos que llevó a Rusia a invadir Ucrania.
En el caso mexicano, se presenta una suerte de constelación donde tales medios convergen con intereses particulares, que pueden ser gubernamentales (como la agenda de la ultraderecha cubanoestadunidense contra cualquier indicio de progresismo en el hemisferio) o corporativos (como las trasnacionales que buscan recuperar su patente de corso para saquear los recursos naturales y fiscales del país).
El tercer elemento de esta asociación lo conforma un conjunto de opositores mexicanos que se ha dedicado a envenenar la imagen del gobierno federal en el extranjero y a tra-tar de inducir conflictos en las relaciones de México con Occidente agitando banderas que le son históricamente ajenas a la derecha, como el feminismo, el ambientalismo y los derechos humanos, pero a las cuales recurre con fines de golpeteo.
Se puede hablar de una operación circular: la comentocracia vernácula aprovecha los espacios que le abren los grandes medios para incitar a que ellos mismos y figuras públicas interfieran en los asuntos internos de México, y luego usan dicha interferencia como si fuera una validación objetiva de sus campañas sucias dentro del país. Así, con tal de promover el regreso de la connivencia entre el poder político y el mediático, los opositores se ofrecen como instrumentos del injerencismo.
En sus labores, la Covaj enfrenta todo este fuego externo, pero también hay razones para suponer uno interno con ineptitudes, filtraciones, posibles sabotajes, averiguaciones previas mal integradas, acciones contraproducentes para la investigación y toda suerte de reticencias por parte de fiscalías, tribunales, gobiernos estatales y quizás hasta funcionarios del Ejecutivo federal que desean el naufragio de los esfuerzos para resolver el caso Ayotzinapa.
En este escenario, cabe desear que la Comisión sea fortalecida y respaldada para llevar a buen puerto su tarea, cometido en el que debe escucharse siempre a los padres de las víctimas y a quienes los han acompañado a lo largo de estos años, sin prestar mayor atención a voces que sólo buscan instrumentalizar la tragedia para propósitos inconfesables.
Este texto se publicó originalmente en el diario La Jornada.