Alicia Caballero Galindo
Independientemente de cualquier dogma teológico, hay una vedad universal; la naturaleza es muy sabia, cada ser vivo, tiene una encomienda vital y nadie se va de esta dimensión, sin cumplir con el papel que le fue encomendado. Algunos llegan con una misión que les exige muchos años de vida y otros, en cambio, tienen una corta existencia y no hay una explicación terrenal satisfactoria, por ejemplo, para el fallecimiento de niños, no natos, recién nacidos, jóvenes, madres o padres con hijos pequeños. Cuando muere una persona en esas circunstancias, es común decir: “¿Por qué él o ella, que tiene hijos pequeños y no su abuelo o abuela que ya vivió?,” la interrogación se queda en el aire sin que nadie responda con conocimiento de causa porque son cosas inexplicables para el saber humano, sin embargo, en el orden universal, debe tener una razón de ser que no alcanzamos a comprender.
Muere gente buena en la flor de la vida, y en el mundo pululan seres humanos de mucha edad que, aparentemente, no tienen una misión y son personas a veces, que creemos sin oficio ni beneficio.
La vida da innumerables lecciones, recuerdo algunas de ellas que recibí hace ya algunos años:
Una tarde de invierno, estaba sentada el jardín del frente de mi casa, muy triste y deprimida porque a mi padre le quedaba poco tiempo de vida, se apagaba como una velita sin cera ni pabilo. Vi pasar caminando a un amigo de mi padre con más edad que me saludó, preguntó por él y siguió su camino. En ese momento pensé: ¿Por qué mi papá? Ese señor es mayor que él y se ve saludable y feliz. sentí cierto coraje, envidia, ¡Qué sé yo!
Entré a la casa llorando por una pregunta sin respuesta, pensaba: ¡Es injusto!
Al día siguiente, me enteré que ese amigo de mi padre murió esa noche de un ataque cardiaco fulminante, me sentí muy mal, fue una dura lección que me hizo reflexionar en los designios vitales y la necesidad de aprender cada día de la vida, que es la mejor universidad.
En otra ocasión más reciente, viajaba con mi familia y tuvimos un accidente en la carretera, muy grave: al lugar llegaron carrozas y no ambulancias sin embargo, todos estábamos vivos e ilesos. Dos minutos antes del percance abrochamos los cinturones que salvaron nuestras vidas…
A veces nos enteramos de accidentes un tanto irónicos: una conocida tendía la ropa en su patio, perdió el equilibrio, cayó de espaldas y se desnucó instantáneamente. En otra ocasión en una carretera, vimos morir a una jovencita que conducía irresponsablemente su vehículo, hubo sólo un instante entre su vida y su muerte. El silencio que precede a un accidente de esa naturaleza, es impresionante y extraño, ¡Cala en el alma!
Estos hechos en distintos momentos, me hicieron pensar mucho, comprender que no debe desperdiciarse el tiempo en alimentar sentimientos negativos, ¡al contrario!, . Todos llegamos a esta vida con una misión que desconocemos y vamos descubriendo a medida que los años pasan. Comprendemos que el destino, es indescifrable, pero poseemos un intelecto, para reflexionar sobre nuestra existencia. No sabemos en qué momento trascenderemos a otra dimensión y debemos rendir cuentas de nuestras acciones, este hecho, si lo comprendemos, nos hace sentir un gran compromiso y pensar: ¿Qué he hecho con mi vida? Nadie es responsable de nuestros actos, solo nosotros, los obstáculos, son parte del aprendizaje, ¿cómo los hemos enfrentado? No cabe la autocompasión, la pregunta es: ¿qué aprendí de la experiencia vivida? Me dejó una enseñanza o me llenó el corazón de rencor, en el último caso, solo llevaremos cadenas invisibles que no permitirán caminar hacia el crecimiento personal.
Aprender es crecer, comprender a qué venimos a esta experiencia vital, es un privilegio, porque entonces caminaremos en el sentido correcto y la aventura del viaje, será placentera. El infierno y la gloria no están debajo de la tierra o en el cielo, viven dentro de cada ser humano y depende de uno mismo y de nadie más, el camino que decidimos seguir. Nadie ha dicho que el camino sea fácil, entonces, nada aprenderíamos. Los seres vivos somos un verdadero milagro y los humanos, poseemos un don especial: el intelecto, debemos valorarlo, y utilizarlo para marchar hacia el perfeccionamiento. Es una gran responsabilidad, aprender a manejarlo para bien de nosotros mismos y la humanidad. Vivir es un regalo, saber lo que deseamos y poseer la constancia para emprender un camino recto y de luz para llegar, es un privilegio.
Les comparto un poema que pertenece a la colección ”Por el camino” publicada en Amazon
Contraposiciones
Si porque pienso, vivo
si porque vivo, pienso
si porque amo, existo
si porque existo, amo…
si porque creo, valgo
si valgo, por lo que creo
si perduro por lo que aprendo
o aprendo porque perduro.
Si lo que tengo, brilla
o brillo por lo que tenga…
La relatividad es premisa
del sofisma en que habitan
algunas mentes superfluas
que, de verdades a medias
concluyen barbaridades
viviendo realidades extrañas
donde el corazón se acalla
los sentimientos fenecen
la ética se difumina
la justicia se esconde
y gravitan en el limbo
donde la mediocridad es norma
y olvidan soñar despiertos
cuando miran las estrellas
y cabalgar ligeros
en la cresta de las olas
que mueren silenciosas
en la arena.
Nuca entenderán al viento
cuando lleva los suspiros
de un “te quiero” lejano
perdido en la distancia.