Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz
Nunca he odiando a nadie, pero en las últimas semanas he visto como crece sano y fuerte un bache que se encuentra estratégicamente ubicado en la calle de Río Frío con Calzada Luis Caballero en Ciudad Victoria, diariamente me hace sacar lo más florido e insultante de mi bagaje lingüístico y por primera vez he sentido odio por ese maldito que se atraviesa por mi camino diariamente y no hay forma de evadirlo.
Cuando vuelvo del trabajo y me toca hacer el alto muy cerca del él, veo como todos los que por ahí pasan, caen irremediablemente en su profundidad, hay veces que me entretengo contando a los autos, otras me pregunto si ellos también lo odian como yo.
Una ciudad en ruinas es lo que veo cada día que salgo al trabajo, no hay calle sin bache, no hay esquina sin basura, no hay acera iluminada; semáforos descompuestos, plazas públicas sin limpiar, un tráfico desorganizado con exceso de motociclistas sin casco y con niños pequeños, carros chocolates que superan el número de autos con placas mexicanas, un montón de puestos ambulantes que ocupan las aceras, multitud de repartidores de comida con aspecto poco higiénico, un trasporte urbano lento, escaso, indigno, caro e inseguro. La lista es larga.
La perla tamaulipeca, sometida a los vaivenes políticos, soporta que la administración municipal organice un grito de independencia con bailongo y pendones por toda la ciudad en lugar de atender los problemas básicos, urgentes y cotidianos. Bajo el pretexto de la persecución estatal panista, justificó el señor que despacha en la esquina de la calle 17 su incapacidad para administrar y solucionar lo más elemental: la basura, el alumbrado público, el bacheo y el trasporte urbano.
No todo es culpa ni responsabilidad estatal, la capacidad de negociación con la federación simplemente no se ha visto y lo más triste es que espera que la administración de Américo Villareal le resuelva los problemas; por lo pronto se esconde y se ha vuelto mudo y sordo.
Victoria, cuya belleza disimula su abandono, cumplirá años la próxima semana. Me ha tocado hablar en estos días en diversos foros sobre la riqueza de esta ciudad, de las descripciones extraordinarias que sus fundadores y después los viajeros que por aquí pasaban hacían de ella. Y cuando en la radio hablaba de su belleza recordaba el bache que diariamente “disfruto”.
Victoria ha tenido mala suerte en las últimas dos décadas con sus alcaldes, larga lista en 20 años de priistas, panistas y el ahora morenista, me hacen concluir que no es el partido, si no los personajes que la han administrado, cuya incapacidad política nos han llevado al abandono urbano, con su poco amor por la ciudad y su gran ambición de poder.
Mientras tanto el señor alcalde gasta presupuesto en encuestas donde sale en los primeros lugares de aceptación y como dijo una amiga, queda claro que los encuestados no son victorenses; siendo los baches, los únicos que en esta ciudad crecen fuertes y felices.
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Clara García Sáenz