Balcón del pensamiento
Alicia Caballero Galindo
En una retrospección a la historia y una vista rápida al presente, hay quiénes preguntan: ¿En qué recodo de la historia se perdieron aquellos hombres y mujeres que fueron capaces de marcar su huella inmortal?
Reflexionando sobre el pasado histórico de nuestro país, y pensando en el comportamiento diario de un número considerable de mexicanos, causa asombro la apatía, el desinterés y conformismo con que se enfrentan a su cotidianidad, caminando como una barca sin timón, a la deriva guiados por voluntades ajenas. Hay quienes ven pasar la vida, y los problemas que tarde o temprano afectan a todos con los ojos cerrados y los brazos cruzados, la actitud generalizada de encogerse de hombros con indiferencia y murmurar convencido esa trillada expresión: “y yo ¿qué puedo hacer? Aunque proteste ¡ni quién haga caso!” “si no es en tu año, no es en tu daño” ¡en fin! La gama de frases y excusas prefabricadas sería rica e interminable, para justificar la indiferencia, que es sinónimo de mediocridad. ¡El ingenio del mexicano es pródigo! Y al final de cuentas, se cae en la socorrida actitud de esperar que los jóvenes “del mañana” soluciones problemas actuales. Es una manera fácil de eludir la responsabilidad, sin reflexionar que la actitud del adulto, es paradigma del joven y del niño y éste está aprendiendo también a hacer lo mismo, creándose una actitud heredada de una generación a otra que redunda en una sociedad conformista, sencillamente se deja pasar, se hace como si no se viera ¡y ya!, y, al final de cuentas, el ejemplo cunde en las jóvenes conciencias que “aprenden” a seguir delegando. En este punto, hay qué hacer una pregunta; ¡una enigmática pregunta! ¿Dónde quedó aquella sociedad mexicana que fue capaz de unirse hombro con hombro para romper los grilletes de la esclavitud el 16 de septiembre de 1810 en la madrugada? ¿En qué estrecha vereda perdieron el rumbo las frases pronunciadas con alto grado de valor y sentido solidario con los ideales de la nación como aquella de Guillermo Prieto ante el atentado al Benemérito ¡alto! ¡los valientes no asesinan! O la recia voz del Gral Anaya diciendo a un general americano ante la ivasión “Si hubiera parque, no estaría usted aquí” o la recia voz del Gral Nicolás Bravo “la Patria es primero” o la sonora voz de Guadalupe Victoria que al ver flaquear a su gente en el ataque a un fuerte de Oaxaca, lanzó su espada al otro lado del río y proclamara enmedio del combate “Va mi espada en prenda ¡voy por ella!” Sin poder olvidar la visionaria y universalista mentalidad del Titán de Guelatao que dijera Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.”
Existen en la Historia Patria, miles de ejemplos que ponen de manifiesto una férrea voluntad y una fuerza vital infinita de un pueblo, que, en aras de la libertad, la democracia, la igualdad y el progreso nacional, han sido capaces de todo tipo de acciones heroicas, solidarias, visionarias, que marcaron un nuevo rumbo en la historia de la nación. Nunca podremos olvidar al Pípila, a Narciso Mendoza, el niño artillero, Cuauhtémoc, quien cuando le quemaban los pies y lo conminaran a revelar el escondite de su tesoro, expresó: “¿Acaso crees que yo estoy en un lecho de rosas?
Por muchos años, estas acciones han sido recordadas en los programas escolares de todos los niveles a través de la Historia Nacional, impartida con el legítimo orgullo de ser mexicanos, sin embargo, parece que el modernismo, la universalización de los conocimientos y la comodidad de la vida actual, han generado que el polvo del olvido envuelva lentamente y sin sentirlo, esas acciones que son la raíz del México de hoy. Hasta las normas gramaticales permiten que se escriban con minúscula las palabras Historia y Patria, es común escuchar que los “cantantes” “olviden” o cambien palabras del Canto Patrio al interpretarlo ¡y se les disculpa! En el protocolo de los Honores a la Bandera, con gran tristeza, vemos fallas imperdonables, sobre todo en las escuelas, como escoltas que retroceden abanderadas o banderas que besan el suelo al ser entregadas o recibidas sin que nadie haga ni diga nada y lo vean como algo “sin importancia.” Un error estratégico de las autoridades federales, es “canjear” las fechas históricas por otro día que se acomode mejor de acuerdo al calendario para evitar problemas de inasistencia, de tal forma que las fechas de mayor trascendencia en la vida nacional, pasan sin pena ni gloria porque es otro, el “día libre”. ¿Cuántos espectadores podrán presenciar un desfile patrio, si todos están trabajando? se convierte en un día gris y molesto por los problemas de tránsito, no en una fiesta nacional. ¡Definitivamente no es correcto! Porque se pierde cada vez más el espíritu patriótico de los mexicanos. Un pueblo sin orgullo se SER cae en la mediocridad y es fácilmente manipulable.
En otros tiempos, se luchaba por la vida, la libertad, la igualdad y el progreso, hoy, el pueblo está acostumbrado a tierra y subsidios para el campo, medicina y asistencia social gratuita, libros escolares sin costo. Aunque son logros producto de las luchas históricas, el tener todo sin gran esfuerzo, va castrando en la sociedad ese espíritu de lucha que caracterizó a quienes forjaron la historia y murieron en las trincheras, en el campo, en las montañas, por un México mejor. Hoy, solo es un slogan “gastado”. Aquel espíritu de los Caballeros Tigres y los Caballeros Águila, que al son del teponaztle morían por sus ideales, se perdió en la bruma del pasado. En noviembre se cumplen ciento doce años de la lucha revolucionaria yen septiembre, doscientos doce del movimiento independentista. Las generaciones de hoy deben aprender que cada amanecer representa un reto para luchar por la superación. Es necesario que conozcan y valoren el ejemplo de hombres y mujeres que forjaron el México de hoy. Deben tomar en sus manos los problemas que competen a los mexicanos de hoy, deben aprender del pasado glorioso de la Patria y sobre todo, la grandeza de ese espíritu de nuestros antepasados. Recordemos: la Patria te reclama ahora y siempre; mas ya no tu sangre que otrora derramaras, sino el poder de tu trabajo y tu intelecto. Arranca de tu ser esa apatía que en la marcha hacia el progreso ¡castra! Tomemos el futuro en nuestras manos y escribamos con honor la historia del mañana, que es página en blanco y espera ansiosa nuestra escritura.