Alicia Caballero Galindo
En una competencia de cualquier índole habrá un ganador o ganadora y muchas frustraciones.
La mayor de las competencias debe ser consigo mismo.
La palabra competencia se deriva del latín “competentia”; significa disputa entre personas animales o cosas, en torno a un mismo objetivo. El instinto natural de los seres vivos es competir por espacio, comida, y pareja para perpetuar la especie. En el caso de los animales que viven en grupo, se compite por el liderazgo, el más apto para conducir al grupo, es el que domina. Los vegetales en forma natural, compiten por un espacio mejor para nutrirse persistir y proliferarse. En el caso de los seres humanos que poseen un grado intelectual superior, la competencia ha estado presente desde su aparición en el planeta como parte de su instinto natural, está en su código genético. La competencia y el deseo de ser el primero en todo, ha impulsado a los pueblos y a los individuos a una lucha feroz hacia el perfeccionamiento. A medida que la civilización ha avanzado, las competencias se han “civilizado”. Se compite bajo normas y leyes previamente establecidas que “deben respetar”. Para los griegos, el cultivo del cuerpo era el punto focal de su cultura; solo participaban los hombres; a las mujeres les estaba vedado el deporte. Los hombres competían desnudos y a los estadios estaba prohibido el acceso a las mujeres. Realizaban tres eventos deportivos al año; en Olimpia, Delfos y Corinto: Olímpicos, Píticos e Ístmicos. El 6 de abril de 1896, se llevaron a cabo los primeros juegos Olímpicos de la era moderna en la ciudad de Atenas, iniciándose una competencia de carácter mundial que ha permitido mejorar cada cuatro años, récords establecidos en la olimpiada anterior. la vida.
A medida que la ciencia farmacéutica avanza, los deportistas de todos los ramos, acuden a este recurso para mejorar su rendimiento, perdiendo así la esencia original de tal evento.
En todos los aspectos de la vida se compite, en las escuelas se vuelve cuestión de honor llegar al Primer Lugar a toda costa, generando un ganador y muchos frustrados y, al final de cuentas el colador real es cuando los profesionistas se enfrenan a su reto vital y allí, los primeros lugares escolares, con frecuencia se quedan atrás.
Se ha generalizado el sentido de las contiendas competitivas en todo el mundo; en el ámbito de las artes, que es totalmente subjetivo, es frecuente que en los concursos no gane el que tiene más calidad, sino el que tiene tras de sí el mejor aparato publicitario, se quedan en el anonimato infinidad de obras maestras en todos los rubros.
La palabra “competencia” se aplica también al dominio de un aspecto definido del saber; es competente, quien posee conocimientos en una materia y habilidad para aplicarlos y competitivo el que está preparado suficientemente para competir y tiene la actitud y los elementos necesarios para asumir retos con posibilidad de triunfar.
Es indudable que, para competir, se debe poseer madurez para aceptar el reto y la posibilidad del triunfo, y estar preparado para asumir la derrota si es ese el caso.
En las escuelas de educación básica, sobre todo, se cultiva entre los alumnos la competencia en conocimientos, deportes y arte. Los estudiantes competitivos se preparan para ganar, pero ¿qué pasa cuando no llegan al primer lugar? Se les prepara solo para ganar. Los niños y jóvenes deben aprender a competir, a perseverar, y a perfeccionarse. La mayor de las competencias es contra sí mismos. Vencer las limitaciones y seguir creciendo ¡ese es el mayor de los retos! Después e un concurso la pregunta no debiera se “¿Ganaste?” sino “¿Lo hiciste mejor que la vez anterior?” ese es el secreto para crecer. Recuerdo hace años un concurso de canto de la OTI (Organización de Telecomunicaciones de Iberoamérica) fue muy criticado el fallo de un jurado para otorgar un primer lugar, pero al lanzarse al aire las canciones finalistas, la más popular no fue la ganadora. Es decir que los concursos son relativos, el verdadero ganador, en este caso, lo designa el público, cuando indica sus preferencias.
El ser humano debe estar preparado para competir, apreciar los alcances propios, aprender a crecer. Se aprende más cuando se pierde una competencia que cuando se gana si se toma con inteligencia y se asume el reto de perseverar para perfeccionarse.