Alicia Caballero Galindo
Removiendo recuerdos me encontré en un rincón un libro de sexto grado, de historia universal: ”Un viaje al pasado” mi mente retrocedió y acudieron mil recuerdos de mi vida escolar, les comparto algunos. Las escuelas primarias de hace mas de cinco décadas, trabajaban turnos discontinuos; de ocho de la mañana a doce y de tres de la tarde a cinco; a medio día, solo alcanzaba el tiempo para comer, descansar un rato y salir a las dos y media de la casa para para llegar a tiempo. Antes de entrar a los salones, debíamos estar quietecitas para no ensuciarnos, era escuela de mujeres y se revisaba detalladamente el aseo, el orden en formación y la puntualidad, cada lunes en Honores a la Bandera, se mencionaban los grupos que obtenían mayor puntuación, era cuestión de honor y el concepto de “grupo” era importante. Se revisaba en formación zapato boleado, cinto correcto, peinado bien hecho con listones o moños del color del uniforme y uñas limpias, la formación de hábitos era esencial, así como el respeto a las personas mayores. La Escuela Leona Vicario donde curse la educación primaria, estaba frente al Palacio de Gobierno por la calle 16, era el acceso de maestros y personal de oficina de la Quinta Zona Escolar que estaba dentro del edificio, y la entrada de los alumnos por La Alameda. Sobre la calle Juárez, entre quince y dieciséis, en un edificio antiguo que conserva su arquitectura, estaba la Escuela Enrique C. Rébsamen, era de niños. Recuerdo las mochilas de baqueta pesadas y toscas en la espalda con los libros. ¡Ahh! No eran gratuitos, había que comprarlos, los primeros días de clases se nos entregaban largas listas de útiles escolares para comprar. Recuerdo el olor a libros nuevos y madera de lápices al entrar. El Lápiz Rojo en el doce Morelos y La Papelería Victoria en el 17 Matamoros y Guerrero, si mal no recuerdo, eran las más concurridas. Cuando los padres entregaban a los niños los libros y cuadernos, era obligatorio el comentario: “Ahora sí, a sacar puros dieces de calificación”. Los mapas que eran utilizados para trabajar la clase de Geografía, eran hechos por nosotros, recuerdo que calcábamos en papel de china y luego lo pasábamos a una hoja de máquina o papel “revolución”, que coloreábamos nosotros mismos. En quinto y sexto grados, nos enseñaron a manejar manguillos y tinta china para hacer estos trabajos.
En las mañanas, trabajábamos con problemas razonados, en sexto año, se manejaban perímetros áreas y volúmenes en geometría, si al pasar la respuesta omitíamos la abreviatura de metros, Kilogramos o Litros, en problema era tachado. Se calculaban tasas bancarias de interés capital rédito y tiempo, había que pensar para resolver un razonado, y la respuesta era precisa, también se veía lectura rapidez y comprensión, así como Gramática. Después de recreo se estudiaban Ciencias Naturales y Geografía. Por las tardes, mecanizaciones al llegar; el mayor de los terrores era cuando nos medían el tiempo para resolver los problemas, nos hacían dictados para revisar ortografía. Se veía geometría, Historia y Civismo. Los viernes por la tarde nos gustaban mucho, construíamos poliedros prismas y pirámides de cartoncillo; después de trazarlos, eran recortarlos con “pestañas” y pegados con goma, no existía aún el Resistol, dibujábamos e iluminábamos mapas, así nos formamos la noción del mundo. Repetíamos de memoria señalando en los mapas, ríos, montañas, países y capitales del mundo, penínsulas, mares golfos y bahías. A la fecha retengo en mi memoria gran cantidad de esos datos. Mis nietos me preguntan que de dónde saco tantas cosas…
Los festejos patrios eran todo un acontecimiento, sabíamos perfectamente por qué era día libre y qué se festejaba, no se canjeaban los días y si había desfile, desfilábamos aunque fuera sábado o domingo y no reponían el día. Era un gusto hacerlo. En cada escuela se hacían ceremonias preparadas con tiempo donde se declamaba, se cantaban himnos patrios alusivos al festejo y se hacían dramatizaciones de la gesta heroica que se conmemoraba. Así aprendimos a amar y respetar nuestro pasado para orgullo de los nuevos tiempos. Ser mexicano, es un orgullo.
La educación ha cambiado y es lo más natural, es un elemento vivo producto de la evolución, pero se ha perdido el sentido místico de aprender, las calculadoras, en las escuelas atrofian la agilidad mental para las operaciones matemáticas, y el Google, anquilosa la memoria, porque allí encuentran cualquier información solicitada, consultábamos libros, hacíamos resúmenes y razonábamos más. Los maestros en la actualidad, olvidan que el cerebro humano se atrofia si no se practican hábitos de aprendizaje esenciales, los alumnos son esclavos de la tecnología y los juegos electrónicos. Los recreos donde se jugaba a los encantados, a la pelota, se saltaba la cuerda o se rondaba. Hoy se les llama recesos y los niños son hongos solitarios enajenados con el celular o los juegos electrónicos que básicamente son matar, pelear, destruir…
Acostarse en el pasto y mirar las estrellas de noche, era una delicia, conocíamos las constelaciones de acuerdo a la temporada. ¿sabrán los niños de hoy dónde está marte? O en qué temporada vemos a Júpiter sobre la sierra Madre Oriental en nuestra ciudad… De día tirados cara al cielo, sabíamos cada una de las clases de nubes: cúmulos, cirrus, nimbus y estratus, ¿usted los reconoce amable lector?…
¿Qué divierte a los niños de hoy? ¿Conocen nuestro pasado? Nuestro planeta, lo conocen en documentales pero… ¿han hundido sus manos en la tierra para sembrar una semilla y ver crecer una planta?… ¿Qué hemos hecho con la vida actual? ¿De qué nos quejamos, entonces?
¿Saben qué fecha se celebró ayer?