Barrio de Las Abandonadas
Por el cronista Francisco Ramos Aguirre
Las Pachangas de Arredondo
A mediados de 1811, después de sofocar algunos brotes de insurrección independentista en Palmillas y Tula, el general Joaquín de Arredondo cruzó la Sierra Madre Oriental y regresó a su cuartel militar en Villa de Santa María de Aguayo. Aquí permaneció varios días, donde sometió a sus principales enemigos colgándolos en la Plaza Principal. Al mismo tiempo, cometió atropellos contra pobladores y se dispuso organizar su incursión militar en las villas del norte.
El brigadier, fijó su residencia en una de las casas de sillar cercanas a la iglesia del Refugio, donde le dio gusto a bajas pasiones mundanas. En el escrito “Expediciones Militares del Brigadier don Joaquín de Arredondo en las Provincias Internas con Algunas Circunstancias a su Gobierno,” el Teniente de la Corona Manuel Céspedes asegura que persiguió al cura Rafael de la Garza, quien se jactaba de ser realista.
Durante las madrugadas de plenilunio, los vecinos de la villa que sería Ciudad Victoria no conciliaban el sueño porque Arredondo, acompañado de una barragana, concubina o querida organizaba serenatas y bailes: «Divertíase también S.S. por las noches por tocar generala a la hora más intempestiva, algunas veces para dar gusto a su amiga para que gozase del espectáculo que presentaban los oficiales, saliendo apresurados en varias direcciones de sus casas a medio vestir para el cuartel, en cuya plaza formaba la tropa, y a presenciar también los regaños y orden de arresto que sufría el que venía siquiera cinco minutos después del toque.»
En altas horas nocturnas, junto al Capellán organizaba ejercicios con la tropa, y después recorría la Calle Real y callejones aledaños con música a tambor batiente: «Lo cierto es que con la frecuencia de esas mojigangas militares a media noche, y con otros despilfarros por el estilo, y esta fama, así como el terror de su nombre, no dejó de ser de alguna trascendencia.» Las fiestas concluyeron en febrero de 1812, cuando le avisaron que los insurgentes andaban rumbo a la Sierra Gorda, y habían derrotado una partida de soldados realistas en Río Verde. Inmediatamente Arredondo, tropas y cañones enfilaron de nuevo a Ciudad del Maíz por caminos de la Sierra Madre.
Rameras y Meretrices
Meretrices, mujeres de la vida galante, pájaras verdes, barraganas, clandestinas, falenas, mal vivientes, inmorales, hetarias y mujeres de la vida alegre, así denominaban los periódicos de Ciudad Victoria a las practicantes del oficio más antiguo. Esta actividad incrementó su auge a finales del siglo XIX y principios del XX, gracias a la enorme afluencia de visitantes derivada del tránsito del Ferrocarril del Golfo, Posteriormente el paso de la Carretera Nacional, atrajo la presencia de turistas, ex combatientes de la Segunda Guerra Mundial, norteamericanos y canadienses de clase alta, dispuestos a gastar dólares en hoteles, alimentos y mujeres galantes.
En agosto de 1895 una noticia del periódico La Patria, causó enorme escándalo cuando divulgó el encarcelamiento de un grupo de mujeres victorenses de mal vivir: «…por haber consentido que dos jóvenes menores de edad, entraran a ejercer la prostitución. Tómese aquí el ejemplo de esa rectitud moralizadora de las autoridades tamaulipecas. Aquí ya lo hemos visto, las rameras o meretrices que corrompen y venden menores de edad, se quedan como la fresca mañana y a esas menores no sólo no se les aparta oportunamente de la infame y trascendental carrera, sino que se les obliga a inscribirse en los registros de las prostitutas, a sacar su patente de tales, a pagar el vil tributo mensual y a vivir esclavas de las odiosas matronas…»
Desde 1920 a mediados de siglo, buena parte de la vida nocturna de Ciudad Victoria se relacionaba con el baile, cantinas y prostitución permitida por las autoridades a través de Casas de Asignación o Casas de Citas. En estos templos y manantiales de diversión dispersos en calles de la localidad, los hombres podían bailar, consumir alcohol y relacionarse sexualmente con mujeres. Una casa de mala nota se llamaba “El 3” establecida en el callejón 3 Bravo. Para darnos una idea de la proliferación de aquella modalidad relacionada con las pasiones mundanas, Emilio Portes Gil menciona en Raigambre de la Revolución en Tamaulipas que en esa época existían en Tampico, doscientas casas de asignación y salas donde se proyectaba cine pornográfico.
Por ser una ciudad pequeña, en Victoria todo mundo conocía la existencia de estos sitios pecaminosos. Sin embargo, debido a las restricciones morales, el tema era abordado con cierto morbo solamente en pláticas íntimas. Antes de la década de los veinte, al no existir zona roja, las damiselas del tacón dorado ejercían actividades en casas periféricas de la ciudad. En tanto los permisos legales de aquellos centros nocturnos, eran aprobados por el alcalde en sesiones de cabildo.
En su libro Ciudad Victoria en 1922, el profesor Vidal Efrén Covián Martínez, menciona que las meretrices únicamente podían abordar coches de caballos o jardineras, siempre y cuando utilizaran dichos vehículos: «… cubiertos con sus respectivas cortinas, solamente los días martes de 12 a 14 horas y sábados de 11 a 14 horas de cada semana, pues de no hacerlo será castigada con una muta de $10.00.» Para que no hubiera duda, el reglamento fue distribuido en casas de asignación. Esta costumbre se remonta a la época colonial, cuando se llamaba tuzonas a las mujeres públicas, y tenían prohibido abordar cualquier tipo de carruaje.
Además, era necesario adquirir una patente legal que costaba 1 peso, aprobada en 1904 por el Congreso del Estado, según el ramo de Ejercicios Lucrativos y Servicios Particulares. La explotación de las mujeres, se ejercía a través de madrotas, proxenetas, cinturitas, padrotes o «regenteadores.” También existían cafés, hoteles, fondas, giros mixtos y cervecerías que cubrían las apariencias sobre la verdadera actividad. Es decir, lugares de compañía de mujeres frecuentados por los hombres para beber, bailar y relacionarse con prostitutas.
Casas de Asignación/Que Pague con Brillantes tu Pecado
Aunque los frecuentes escándalos eran comunes y por muchos años nutrieron la nota roja de los periódicos locales, dichos negocios debían administrarse con discreción y respectivo pago de impuestos a las autoridades municipales. En tanto las responsables o encargadas de los antros, ocultaban su verdadera identidad. El cronista Vidal Efrén Covián localizó en los archivos municipales, lugares indecorosos de la década de los veinte: Cuca la del 15, Josefina, Julieta, Emilia y otras que pagaban puntualmente contribuciones a la tesorería. Gran parte de los establecimientos, operaban en las últimas calles del trazo urbano. Es decir, entre el Cero y 23, enfrente de la estación del ferrocarril, por eran los lugares: «…menos poblado de la ciudad.» En 1919, el impuesto sobre una cantina de segunda clase en casa de asignación, valía 35 pesos mensuales.
De acuerdo al Periódico Oficial (1925), estos negocios pagaban cada mes tres pesos por inspección sanitaria. Regularmente se vendían cervezas Corona, Sabinas, Carta Blanca, Norteña, Monterrey, Sultana, Cruz Blanca, Juárez, Austriaca, XX y Saturno, concesionadas regionalmente a Cruz Medina, José Sierra Torres, Merced Alvarado A. y Jesús García Velázquez -Cervecería Sabinas-. El consumo excesivo de alcohol, generaba problemas entre la clientela, convirtiéndolos en sitios peligrosos donde se protagonizaron numerosos pleitos, algunos de ellos mortales.
La presencia de agencias y cervecerías, disparó la apertura de cantinas, burdeles y antros donde circulaban bebidas alcohólicas y marihuana. En 1926, para evitar la prostitución en calles, hoteles, jardines y barrios, el presidente municipal Leonocio Torres aprobó la apertura de la primera zona de tolerancia que comprendía las avenidas 13 Bravo y Allende, donde operaban salones, prostíbulos y casas de asignación, leoncinios, fondas, billares, cantinas y restaurantes; algunos ubicados en calles del Cero al 23, donde las autoridades aplicaban multas y detenciones a mujeres ebrias y escandalosas. (Imágenes Wikipedia, Máquina Regadora de Ciudad Mendoza, novela Hombres del Oeste/Continuará).