Alicia Caballero Galindo
La prudencia es la recta razón del obrar. Gobierna los actos de las demás virtudes volitivas, en función de las circunstancias concretas.
Revista Académica de la Facultad de Derecho de la Universidad La Salle
La vida es cambio constante en todos los aspectos, y a medida que pasa el tiempo, quedan dos alternativas: vivir en el pasado y estancarse, o integrarse a la realidad actual y crecer con ella de acuerdo a los parámetros personales adquiridos en el andar por el camino. Es muy molesto escuchar la letanía eterna de quienes se estancan: “¡Hoy, todo es distinto, el mundo está perdido!” y si buscamos frases en las distintas épocas del mundo desde Sócrates hasta la actualidad, vamos a encontrar las mismas expresiones y el mundo, ¡sigue su marcha! A pesar de las guerras y catástrofes que minan la población de la tierra y su hábitat. El progreso está a la orden del día en todos los aspectos, las distintas culturas, continúan su marcha ascendente. Lo que sí es un tanto lamentable, es que, con la automatización de ventas, compras, estudios, diversiones virtuales, etc, las relaciones interpersonales han variado también, se platica a distancia con personas de todo el mundo, y se rompe el dialogo natural con quienes están más cerca. Los celulares y el Internet, han ganado terreno y sobrepasado con frecuencia la necesidad del contacto humano. Esta condición genera una mayor dificultad para interrelacionarse en la sociedad y en la familia, en el trabajo, en los espacios comunes como plazas parques de diversión, zoológicos. Considerando que la violencia se ha establecido como un mal endémico en las sociedades modernas, la confianza en los demás se ha disminuido notablemente y los círculos sociales son cada vez más cerrados. Es común que, en una colonia, o edificio de departamentos, no se conozca ni a los vecinos por desconfianza mutua. Esa situación, ha generado, que se viva a la defensiva y a la hora de actuar en una situación anómala, aflore la violencia interior que, tal vez se guarde por situaciones diversas y estalla a la menor provocación, en ese momento, se debe recordar que el enojo, la irritación, o cualquier malestar físico o emocional que se padezca, influyen en el comportamiento cotidiano. Hay una frase muy socorrida: “no se quién me la debe, ya encontré quién me la paga”. “La gota que derramó el vaso” otra máxima que esquematiza este comportamiento humano muy común. Daniel Goleman en su libro Inteligencia Emocional, menciona cómo los mecanismos mentales actúan en los seres humanos, y si se conocen, pueden evitarse explosiones innecesarias. Entre una explosión irracional y una acción inteligente de calmarse, median fracciones e segundo y, está en cada individuo elegir qué actitud tomar. El título de esta reflexión es, justamente, el saber actuar con inteligencia, sin perder de vista los sentimientos. No está reñida la inteligencia con las emociones, el secreto, es saber controlar en momentos cruciales esos potros briosos y desbocados, con la rienda del intelecto. Una expresión nacida del conocimiento empírico es el decir que, como el borrego, a veces se debe retroceder unos pasos para arremeter con fuerza y vencer al oponente. Todo indica que, sin perder la compostura, y el orgullo de ser, deben dirimirse las dificultades actuando con dignidad, pero anteponiendo la inteligencia a la violencia. Se dice que la violencia surge en una discusión de cualquier tipo, cuando se carece de la inteligencia necesaria para encontrar una salida congruente, justa y ética a cualquier problemática, entendiendo que hay temas difíciles de abordar cuando está de por medio el fanatismo al asumir una postura determinada. En este punto, no hay razón que convenza a alguien de otra postura distinta a la propia, no hay razón de por medio para escuchar con la mente abierta argumentos ajenos, se dice que el fanatismo es hijo de la ignorancia.
Es necesario “humanizar” las relaciones interpersonales y buscar el contacto cara a cara con empatía, y una mente, al reconocer que todos somos distintos. La violencia verbal puede ser tan dura como la física, porque impacta en las conciencias humanas. Aprender a respetar la pluralidad de pensamiento defendiendo con fundamentos, se debe saber escuchar para ser escuchado, argumentar y razonar los pensamientos propios y estar preparados para aceptar y tratar de entender la postura de los demás con prudencia, una virtud que al parecer se está perdiendo y debe cultivarse para conservar la armonía y la sana convivencia entre los seres humanos.