Alicia Caballero Galindo
El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad. Ludwig van Beethoven. La felicidad existe sobre la Tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica de la generosidad. José Martí. Armonía o harmonía proviene del latín harmonĭa, que deriva del griego ἁρμονία, que significa acuerdo, concordancia, combinación, y del verbo ἁρμόζω (harmozo), que significa ajustarse, conectarse. La armonía ocurre cuando existe un equilibrio y una conveniente y adecuada proporción, concordancia y correspondencia de unas cosas con otras, y en su caso, agradable a los sentidos, por ejemplo, a la vista, como los colores. Algo en armonía generalmente es algo realmente bello, alegre, agradable, relajante y sosegado, aunque en la música, por ejemplo, también existe armonía que produce tensión, o es disonante. Aunque por lo general la armonía se asocia con cosas agradables que generan bienestar y placer, no siempre es el caso. Esto quiere decir que algunas combinaciones armoniosas pueden llegar a generar disonancia y hasta crearnos tensión. Un ejemplo de ello sería un cuadro que usa colores muy intensos en tonos rojizos que, aunque combinados armónicamente, nos producen una sensación violenta. Cuando de habla de armonía, se hace referencia la combinación equilibrada de colores, sonidos, formas, acciones, sentimientos, individuos, comportamientos, conceptos etc., en un contexto determinado. Si una persona asiste con traje de etiqueta a un día de campo o a la playa, rompería la armonía de su entorno, o dictar una conferencia en inglés cuando el público no domina ese idioma, entonar cantos religiosos en un concierto de música Pop. En estos casos se estaría rompiendo la a armonía en cada uno de estos eventos. Puede decirse que la armonía es una de las condicionantes vitales para que funcione un ecosistema, un grupo de seres vivos, una institución de cualquier índole desde la familia que es la unidad básica de las diversas sociedades humanas, hasta el equilibrio de una nación o de la asociación de naciones que buscan un bien común.
En los grupos vegetales y animales, cuya vida es primitiva, la armonía se da en forma natural; el más fuerte impone su ley y los demás se someten, si rompen el equilibrio del grupo, son expulsados o perecen. En un principio, las sociedades humanas funcionaban bajo esta misma ley. A medida que el intelecto humano evolucionó, las reglas fueron cambiando paulatinamente hasta llegar a nuestros días. El progreso y la civilización, han acarreado problemas más complejos; el desarrollo del pensamiento superior combinado con la liberalidad en todos los aspectos de la vida, ha roto con esa armonía vital intrínseca de cada individuo, con su hábitat, así como las relaciones interpersonales. Se ha quebrantado el vínculo natural con el medio ambiente, así como con sus semejantes, dando paso a la violencia.
Los estándares de belleza han forzado a la naturaleza para ser más fueres, más más esbeltos, con más cuevas, en los deportes se buscan metas para lograr más resistencia, fuerza y velocidad… lentamente se está perdiendo esa armonía natural. Con los avances científicos, “se fabrican” cuerpos y se moldean mentes. Con el uso inadecuado de los derechos humanos, se ha limitado la autoridad de padres y maestros, rompiendo la armonía natural entre adultos y los menores que creen tener mayor conocimiento, olvidando que la vida misma es un aprendizaje que solo lo dan los años. El respeto a los mayores, es historia y la soledad actual se vuelve una enfermedad endémica porque los jóvenes en gran medida desconocen la experiencia de los mayores y la vida afectiva se va modificando bajo el influjo de la modernidad.
Los seres humanos estamos constituidos por tres elementos vitales que deben mantener una relación armoniosa para que haya equilibrio vital; se requiere un cuerpo saludable que es el habitáculo del intelecto y el espíritu. Estos dos elementos intangibles físicamente, habrán de forjarse en hogares saludables, donde reine la armonía natural de una familia, que es la piedra angular que sustenta una sociedad saludable. Cultivar el intelecto de los menores con cariño, contacto directo constante. El respeto de los hijos se gana, no viene con el paquete, debe cultivarse con inteligencia, amor, disciplina y una relación saludable entre padres e hijos, aprender a escucharlos, a entenderlos y adecuarse a los tiempos actuales para estar en la misma frecuencia y que exista armonía en las relaciones interpersonales. Con una relación saludable en el hogar, los jóvenes aprenderán a volar sin alas, a confiar en sí mismos y sentir que su hogar será siempre esa sombra fresca donde podrán guarecerse porque ahí encuentran esa paz requerida para alzar el vuelo y buscar cumbres cada vez más altas. Una sociedad armónica se genera en hogares equilibrados.