Francisco Ramos Aguirre
La construcción del Hotel Los Monteros establecido enfrente de la Plaza Hidalgo, se inició a principios de 1946. En ese momento Ciudad Victoria vivía un importante despliegue económico, derivado del paso de la Carretera Nacional. El diseño y obra de un millón de pesos, estuvo a cargo del arquitecto Enrique León de la Barra Santcilia. El sitio donde se levantó este importante centro de hospedaje, se relaciona con una antigua casona de mediados del siglo XIX habitada por el gobernador Francisco Vital Fernández, quien murió trágicamente en medio de las intrigas políticas de esa época. De acuerdo a un testimonio del profesor José del Carmen Tirado, en una de las habitaciones de la planta baja del edificio existió un comercio propiedad del español Manuel Bustamante.
Entre los diversos usos del inmueble, destaca un cuartel militar instalado en 1846 por el ejército gringo a cargo del general gringo John A. Quítman durante la Guerra de Intervención Norteamericana. Las crónicas de William Seaton Henry refieren que durante una ceremonia cívica, se izó la bandera estadounidense sin oposición de las autoridades locales: “Al pie de la Sierra está un pequeño y agradable valle, con cultivos básicos. Pasamos a través de la ciudad y acampamos dos millas al Este. Nuestra bandera se ondeaba en la Plaza y en las calles había voluntarios…El General Paterson y su comando llegaron momentos después, ellos sufrieron mucho por el agua.”
A principios de la siguiente centuria, el inmueble fue adquirido por el empresario henequenero Bernardo Zorrilla Beltranilla, quien lo habilitó como residencia familiar. La propiedad colindaba con la calle de Juárez y era una de las más emblemáticas de la localidad. En otro tiempo, fue terminal de las diligencias que transitaban entre Victoria-Tula. Durante la década de los veinte del siglo pasado, sirvió de oficinas del Banco Bernardo Zorrilla y Sucesores, declarado en quiebra por la familia durante los años treinta.
Alrededor de 1945 a petición de los herederos, el arquitecto Enrique León de la Barra elaboró un proyecto para remodelar la mansión sin alterar su arquitectura original. Así surgió un hotel de más de 4 mil 664 mts. cuadrados, que aún opera a unos pasos de la Plaza Hidalgo, el Mercado Argüelles, Rectoría de la UAT y Palacio Federal. La historia familiar narra que don Bernardo Zorrilla escuchó en un hostal de España la historia de un personaje de apellido Montero, y por tal motivo le asignó dicho nombre. Además, uno de los símbolos del hotel es una armadura metálica que se exhibe la entrada del negocio.
Vale decir que durante el proceso de su construcción, Victoria vivió momentos importantes en su desarrollo urbano. Por un lado se acababan de pavimentar las calles del primer cuadro de la ciudad y al mismo tiempo, iniciaban los trabajos del levantamiento de los edificios de El Lápiz Rojo, Casino y alberca de Tamatán, escuelas y casa comercial de Salvador Zorrilla, entre otras obras.
La inauguración del edificio de tres niveles se realizó el primero de abril de 1947. Disponía de cien habitaciones de paredes levantadas con ladrillo y sillar, piso de mosaico de pasta, herrería artística y balcón central. Como parte de su diseño neocolonial destacan algunos recubrimientos de talavera poblana, cantera y barandales de gruesos herrajes en pasillos interiores. En la escalera, sobresale un enorme mapa de la Sierra Gorda con los detalles de sus poblaciones, fundadas por los frailes franciscanos. Destaca también un gran escudo con la leyenda española: “Velar se debe la vida, de tal suerte que vida quede en la muerte.” Al parecer esta frase era una de las preferidas del introductor del henequén en Tamaulipas.
Entre los servicios a disposición de los turistas, sobresale un amplio restaurante que en otro tiempo ofracía comida internacional y se convirtió en centro de reunión para los consumidores de café. Aún se conservan los jardines interiores, estacionamiento y una tradicional cantina inicialmente administrada por Ernesto Treviño Leal. La enorme barra de fina madera, fue construida por el señor Marroquín uno de los mejores ebanistas de la localidad. Actualmente en el jardín principal, se exhibe una enorme escultura de bronce que representa una águila americana, elaborada por un artista peruano, obsequio del gobierno de aquel país a Luis Gerardo Zorrilla Ochoa, quien se desempeñó como embajador mexicano diplomático en Perú.
Entre las numerosas personalidades distinguidas que se han hospedado en Los Monteros, sobresale la presencia del comandante cubano Fidel Castro Ruz y un grupo de guerrileros de aquella isla, quienes a mediados de la década de los cincuenta ocuparon temporalmente varias habitaciones. Desde ese lugar, se comunicaron con el capitán Fernando Gutiérrez Barrios para planear el operativo que los condujo hacia Tuxpan, Veracruz. Precisamente este hotel, se convirtió en el lugar favorito donde se hospedaba cómodamente el presbítero Carlos González Salas cronista de Tampico, poeta, novelista y miembro del Instituto de Investigaciones Históricas de la Umiversidad Autónoma de Tamaulipas. Hace apenas unas años, el político Andrés Manuel López Obrador pasó una noche en este hotel, en su tránsito mientras recorría el país como candidato a la presidencia de México. Lo mismo sucedió con la señora Margarita Zavala de Calderón, ex primera dama.
Vale mencionar que por varias décadas, era considerado el segundo lugar de hospedaje más importante de la ciudad. Hace poco tiempo, a la entrada del hotel sus propietarios habilitaron en la planta baja un espacio con un pequeño museo, donde se exhibien piezas antiguas propiedad de la familia Zorrilla -máquinas de escribir, registradoras, caja fuerte, fotografías, obras de arte, lámparas, mobiliario, básculas, cámaras fotográficas, victrolas y otros objetos-.
El grato ambiente de serenidad que los forasteros viven intramuros, así como el resto de los atractivos detalles arquitectónicos propios del edificio nos permiten evocar la época de bonanza que vivió la capital tamaulipeca en el pasado reciente. Además, no debemos pasar por alto que el Hotel Los Monteros, se encuentra catalogado como patrimonio arquitectónico de la localidad.