Francisco Ramos Aguirre
Me hubiera gustado disfrutar las celebraciones y bailes de El Peñón. Un legendario Campo Turista, restaurante, hotel y centro recreativo en el kilómetro 707 de la Carretera Nacional. Desde su inauguración en 1950, la gerencia promovió este sitio familiar, esmerada atención en bodas y exquisitos menús del chef cubano Antonio Martínez Rodríguez, admirado por el cocinero norteamericano Ducan Hines, quien le otorgó un galardón de excelencia mundial después de probar sus delicias gastronómicas: “…recomendadas por cada uno de los miles de turistas que año por año nos visitan.”
Para entonces, Victoria tenía calles pavimentadas, emisoras de radio, alberca en Tamatán, plaza de toros, hospital con Rayos X, aeropuerto y un Palacio de Gobierno a punto de estrenarse. El edificio estilo californiano con vista panorámica, techo de teja, adornos de cantera, alberca, faroles coloniales y puertas de hierro fue construido en La Loma del Muerto. Empotrado en las piedras, sobresalía un letrero con su nombre, mientras en la azotea del edificio destacaba un anuncio luminoso de Carta Blanca. Vale señalar que dentro del conjunto arquitectónico, ofrecían renta habitaciones para turistas y agentes viajeros.
Los años cincuenta fueron de prosperidad para los habitantes de la capital tamaulipeca, quienes se comunicaban a otras ciudades por Transportes Frontera y Blancos, Ferrocarriles Nacionales y vuelos a Veracruz, Tuxpam, Tampico, Monterrey, Nuevo Laredo y México a través de la Compañía Mexicana de Aviación y Aerovías Braniff.
Trae Distintivo…Pásele al Baile
El Peñón fue propiedad de José Sierra Torres, próspero empresario, taurófilo, político, agente de la Cervecería Cuauhtémoc y propietario de numerosos edificios. A partir de su apertura, se convirtió en uno de los lugares más concurridos. Entre sus atractivos, destacaban los bailes de fin de año amenizados por orquestas famosas. El primero de ellos se celebró en 1951 “Para despedir el año y recibir el venidero.” La variedad estuvo a cargo de Laura Andrea artista de la XEW, El Dueto Cómico Los Flacos Zenteno, Trío Alma Norteña y Los Príncipes del Swing. La cena estuvo de lujo “Consomé de Pollo con Tapioca, Pavo al Horno con Salsa Naranja, Lechón Asado a la Cubana, Ensalada Princesa, Postre, Uvas, Vino Tinto y Sidra.”
El amplio salón de banquetes y terraza panorámica de bailes, resultaron ideales para soportar el clima extremoso. A principios de enero de 1952, bailaron y escucharon de Luis Arcaraz y su Orquesta sus canciones Bonita, Prisionero del Mar y Quinto Patio. Durante el verano de ese año, se organizó una función para construir la Iglesia del Sagrado Corazón. Actuaron las Hermanitas Hernández, intérpretes de Sentencia y Conozco a los Dos, Trío Los Yucas, Hermán El Excéntrico y Orquesta Tampico.
A través de la historia oral, las nuevas generaciones comentan sobre el 31 de diciembre de 1953 cuando arribó de año nuevo. Especialmente el gran baile y variedad musical de Las Hermanitas López y Pedro Valdez; sin faltar el menú de la cena que recibió elogiosos comentarios del Heraldo de Victoria “Coctel Bacardí Mulata, Sopa Lugareña, Pavo Relleno con Salsa Avellana, Copa de Vino Tinto, Poster Duraznos Mandarina.” Ese mismo año, al conmemorarse el tercer aniversario de apertura de El Peñón, actuaron las orquestas Príncipes del Swing y Gustavo Rubio Caballero, Chela Campos y Trío Los Rey. La víspera de 1955, amenizó el baile la Orquesta Montecarlo de Monterrey. Además se sirvieron deliciosos platillos gourmet inspiración de Antonio Martínez: Sopa de verduras jardinera, robalo a la veracruzana, lechón asado con salsa avellana, acompañados de panecillos de de la Panificadora de Alfredo Negrete, flan de vainilla y doce tradicionales uvas.
Otra novedad dentro de la cultura del entretenimiento, fueron los Matinés Danzantes Dominicales a partir de las doce mediodía. El ambiente era familiar con actuaciones de Los Príncipes del Swing y los tríos Viajeros y Monterrey. El menú variaba de acuerdo a la temporada. Aquella ocasión se sirvió Sopa Crema de Espárragos, Arroz con Pollo Especial, Filete Mignón Richelú, Flan de Caramelo y Café. No es por comparar, pero el restaurante del Hotel Sierra Gorda ofrecía aquel domingo un menú nada despreciable por diez pesos: Crema de alubias, Arroz Blanco, Pastel de Carne, Aspic de Verduras, Flan de Vainilla y Café.
Fidel Castro y Los Cubanos Rebeldes
Entre octubre y noviembre de 1956, llegó a Victoria Fidel Castro y un grupo de guerrilleros que pretendían derrocar al presidente cubano Fulgencio Batista. Entre los acompañantes venían su hermano Raúl, Rafael del Pino, Camilio Cienfuegos, Emilio Albentosa, Cándido González Morales, Faustino Pérez, José Smith y otros.
Cierta mañana, Fidel estacionó su automóvil cerca del palacio de gobierno y se entrevistó con el ingeniero Pablo Villanueva, quien aceptó facilitarle su rancho en Abasolo, Tamaulipas para prácticas de combate. Castro y el contingente se hospedaron varios días en los hoteles San Antonio, Monteros, Sierra Gorda y El Peñón donde esperaron al resto de sus compañeros. Mientras paseaban por la calle Hidalgo, los victorenses se sorprendieron porque los forasteros usaban barba y fumaban puros. Para evitar especulaciones y chismes, Castro argumentó que eran jóvenes en viaje de estudios.
Luego de varios días de entrenamiento en Abasolo, desertaron dos revolucionarios y Castro ordenó a los treinta y dos combatientes abandonar el sitio y trasladarse rápidamente a Tuxpan. Ahí adquirieron el barco Granma que los conduciría a las costas cubanas. Según señala Humberto Rodríguez en su libro Cándido González Morales un Revolucionario Sin Tacha (2008), durante el tránsito a Veracruz los cubanos pernoctaron en Victoria: “…Una tarde salen del rancho, acompañados de Cándido González, pasan la noche en el Motel El Peñón, para luego continuar el viaje. Fidel orienta a Faustino en aquella ocasión que se alojen en distintos hoteles en Ciudad Victoria y Tampico…”
El resto de la historia de la primera revolución comunista en Latinoamérica, aún continúa en la isla caribeña. En cambio, El Peñón cerró sus puertas en la década de los años sesenta, cuando descendió la afluencia de turistas porque la Carretera Nacional, dejó de ser la única opción para trasladarse desde el centro del país hacia los Estados Unidos y Canadá. De cualquier manera, por su importancia este edificio se mantiene vivo dentro del catálogo del patrimonio arquitectónico victorense.