Francisco Ramos Aguirre
Los antecedentes de la educación pública en Tamaulipas, incluyen una historia de esfuerzos, carencias, escenarios violentos, obstáculos y triunfos. Si bien existieron avances sustanciales durante los gobiernos del porfiriato y post revolución, todavía en la actualidad varios de los problemas relevantes se refieren a la cobertura, falta de maestros y eficiencia educativa, sobre todo en municipios de menor desarrollo.
Uno de los momentos de mayor inclusión de las clases populares a la escuela primaria, sucedió durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas del Río, quien instauró desde su llegada a la presidencia de México, la reforma constitucional del artículo 3º. Esta medida, trajo como consecuencia no sólo la implementación de la ideología socialista en la educación, sino también el surgimiento de numerosos planteles educativos y urbanos. La mayoría se fundaron en condiciones precarias, bajo la iniciativa de obreros, campesinos y el entusiasmo de jóvenes maestros.
La Escuela Primaria General Pedro J. Méndez de Ciudad Victoria, es un ejemplo de esta modalidad que llama la atención de los investigadores del tema. Acerca de sus orígenes, no contamos con documentos de la fecha exacta del inicio de labores. Algunas fuentes orales, aseguran que se creó a mediados de los años treinta del siglo pasado, gracias a un grupo de vecinos del famoso Barrio El Pitayal. En aquel tiempo, era un sector periférico de la capital tamaulipeca habitado por una sociedad de artesanos, peluqueros y jornaleros agrícolas, entre ellos Ignacio Castillo, Luciano Torres y Simón Saldaña -jarcieros- y Juan Castillo Aguilar -originario de Guadalcázar-, alfarero y constructor del templo de Cristo Rey.
A pesar de las enormes dificultades, existieron en este lugar personas que apoyaron el proyecto encaminado a transformar el contexto social de los habitantes del Pitayal. La primera sede de la escuela, fue una casa particular de la calle 20 Aldama y Mina, propiedad de don Gregorio Acuña y posteriormente de la familia Gatica. Parte de esa enorme residencia, habilitada como plantel escolar colindaba con un callejón que conducía al antiguo Camino Real a Tula. Don Goyo, como era conocido el mencionado filántropo, tenía suficientes recursos económicos, por lo cual decidió apoyar las tareas educativas.
Todo inició entre 1934-1935, es decir en los albores de la educación socialista cuando aparece su primer director el maestro y después notable masón Jesús Ornelas Zavala, originario de San Carlos, Tamaulipas quien egresó en 1918 de la Escuela Normal del Instituto Científico y Literario del Estado. En esos momentos, basado en la enseñanza de la historia el gobierno federal centraba sus esfuerzos en diseñar un modelo educativo nacionalista, bajo el espíritu de la unidad humanitaria entre los mexicanos. Probablemente otro de sus directivos o maestro fue Antonio Ilizaliturri, miembro de una familia de profesores y abogados entre ellos Luis, Manuel y Emigdio Ilizaliturri, impulsor del sindicalismo magisterial en esa época.
Ante la necesidad de un edificio propio, el director Tito Mota Tijerina acudió ante el gobernador Magdaleno Aguilar vecino de ese barrio, para solicitar la construcción de instalaciones modernas. El 15 de mayo -Día del Maestro- de 1943 el gobernador, los integrantes de la Liga de Padres de Familia, el Comité de Mejores Materiales, autoridades militares y funcionarios de gobierno colocaron la primera piedra del plantel en un amplio solar al poniente de la Escuela Industrial Álvaro Obregón.
Como parte del protocolo, se redactó un pergamino colocado en una cápsula del tiempo. Además del ejecutivo, entre la lista de firmantes se encontraban Tito Mota Tijerina, Jesús Ornelas Zavala, Pilar Barrón, E. Aguilar, Refugio Gatica, Alfonso Cervantes, María de los Ángeles de León, Virginia Z. de Aguilar, José Luis Castillo L., Moisés Barrón, L. Cepeda M., M. Medina B. y otros.
Después de más de un año de trabajos de arquitectura, el edificio fue inaugurado a principios de enero de 1944 casi al concluir la Segunda Guerra Mundial. Asistieron al acto el gobernador Aguilar, el profesor José Martínez y Martínez, director de la Escuela Industrial Álvaro Obregón y otros invitados. El nombre de la escuela fue dedicado uno de los héroes más importantes de Tamaulipas, luchador en varias batallas durante la Guerra de Intervención Francesa hasta su muerte en Tantoyuquita en enero de 1867.
La construcción de la nueva escuela, tuvo un costo aproximado de 80 mil pesos. Pedagógicamente se desarrolló en el contexto político del presidente de México Maximino Ávila Camacho, quien implementó un importante modelo educativo de la mano del notable escritor y secretario de educación Jaime Torres Bodet. En ese tiempo se impulsó un proyecto de alfabetización masiva en todo el país. Para ello, se fundó el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, donde se actualizaron miles de maestros empíricos. Es decir quienes no habían concluido o realizado estudios normalistas.
Originalmente la Escuela General Pedro José Méndez era para niñas y niños, es decir bajo el sistema de coeducación. Sin embargo, al paso del tiempo se abrió el servicio de turno vespertino en la Escuela Adalberto Argüelles, la cual funcionó provisionalmente en el Mercado Argüelles y después en el 10 Matamoros esquina norponiente. En ciclos escolares de diferentes épocas, se hicieron cargo de la dirección las maestras Epigmenia Galarza Martínez, Sorais García Cerda de Castañeda y Rita Balboa de Falcón.
El sólido edificio que operó con sus mismas características durante varias décadas, era arquitectónicamente similar a la escuela del Ejido La Libertad y el primer plantel de la Colonia Nacozari. La entrada era por la calle Berriozabal y en lo alto de la fachada aún sobrevive el Escudo de Armas de Tamaulipas, en colores brillantes y alto relieve. En una de las paredes del zaguán, había un óleo del General Pedro J. Méndez y una biografía del prócer escrita por el ingeniero candelario Reyes.
Sus muros son de piedra, ladrillo, sillar y originalmente los techos de lámina de asbesto. Tenía 8 aulas, dirección, 2 sanitarios, canchas deportivas de voleibol y un patio de recreo de tierra donde los niños jugaban canicas y trompo. Aún se conserva el teatro al aire libre, donde se realizan actividades culturales, graduaciones, festivales escolares, honores a la bandera y ceremonias cívicas. Por sus aulas han transitado alumnos, maestros y directivos que durante más de 70 años dejaron huella en este plantel educativo. Por ejemplo, Concepción González Sánchez, Elvia Rangel de la Fuente, Luz María Hinojosa, María Alicia Garza, Araceli Rodríguez Rodríguez y Candelario Balderas.
Desde su apertura, el contexto social y territorial de la escuela era modesto, rodeado de importantes espacios públicos por ejemplo el parque de beisbol, estadio Marte R. Gómez, alberca olímpica, Escuela Industrial Álvaro Obregón, Plaza de Toros, centros comerciales y amplias vialidades. Al paso del tiempo se convirtió en uno de los sectores más privilegiados de la capital, sin perder el espíritu de identidad tradicional del antiguo Barrio El Pitayal.
Inicialmente, la escuela como institución pública educativa de prestigio contribuyó a cubrir la demanda de los habitantes del sector norte y norponiente de la capital tamaulipeca. Al paso del tiempo su cobertura se amplió a otras colonias del sector, por ejemplo Pedro José Méndez, Ascención Gómez, San Francisco Terán, Periodistas, Viviendas Populares, Tamatán y otras. A casi cien años de su existencia, la Escuela Primaria General Pedro J. Méndez, vive en la memoria de los victorenses.
Fuentes: Luciano González Mireles; ex alumno 75 años de edad, Araceli Ibarra Malibrán, ex alumna y bailarina del Conjunto Típico Tamaulipaco; Dorita Imelda Aguilar Ibarra, ex alumna; profesor Carlos Benavides, yerno del profesor Jesús Ornelas; escultor Salvador Castillo Malibrán, ex alumno 88 años de edad y profesora Aracely Rodríguez, ex directora del plantel.