Alicia Caballero Galindo
El sol asoma en el horizonte, al entrar por mi ventana sin cortinas me despierta con su resplandor y me anuncia el nuevo día. Al sentarme en el borde de la cama y meter mis pies en las pantuflas, doy gracias a Dios por permitirme ver un nuevo amanecer. La gente incrédula y escéptica pide milagros sin mirar que su vida misma es un milagro desde la concepción. O, acaso no es un milagro que dos células microscópicas, contengan la información suficiente para darle a un ser humano desde su anatomía hasta su intelecto con virtudes y defectos… por si fuera poco, cuando me levanto, me doy cuenta que la superficie pequeña de mis pies, es capaz de sostener una estructura flexible que al ponerse en movimiento, rompe las leyes de la física, no sólo se sustenta sino que puede hacer los equilibrios más increíbles como doblarse por la cintura, formar un ángulo recto y no caerse, nos sostiene en esas pequeñas bases que son los pies. El cuerpo humano es capaz de sostener pesos increíbles a pesar de que un alto porcentaje de su volumen es líquido y poseemos un cerebro capaz de levantarnos o de hundirnos…
Pensando en esta maravilla que es la vida, me paro frente al espejo y en lugar de “sacarme la lengua” a mí misma, por las imperfecciones naturales que todos tenemos, sin importar la edad cronológica, me solazo en la imagen que refleja la pulida superficie y me alegro de ser yo, la única manera de prepararse mentalmente para enfrentar la cotidianidad con entereza y optimismo, es sentirse especial, porque cada uno de nosotros somos lo somos. Bulle dentro de nuestra mente un universo tan único y hermoso, que es lo que cada quien quiera que sea…
La vida diaria es un laberinto que recorremos arrastrando a nuestro paso esas cadenas de diversos tipos que se van formando sin sentir, a medida que crecemos, se van agregando eslabones y en ciertos momentos, ¡pesan demasiado! Nos vemos en la disyuntiva de…cargar con ellas para siempre y hacer la marcha más lenta o aprender a deshacernos de lo que nos pesa para seguir avanzando y permitirnos alzar la frente, ver el horizonte, y enfilar por el camino que más nos convenga, o escoger el que más nos cuadre. Erich Fromm nos plantea en su obra El Miedo a la libertad, esa disyuntiva, cuando el ser humano decide caminar con cadenas, busca tal vez la comodidad de que otros decidan el destino de su vida y el equilibrio es “tener siempre un culpable de las tragedias de la vida”, a cambio de la tranquilidad que implica no tomar decisiones trascendentes. Por supuesto que se paga un precio, la mediocridad, el anonimato, cómodo para algunos, frustrante para otros. El desquite es tener siempre un culpable para los pecados que, desde luego es “otro” así como la crítica sistemática del quehacer de quienes intentan salir de la mediocridad, se liberan de las cadenas y aprenden o por lo menos intentan volar.
El otro camino el de la libertad, implica aceptar el reto de la independencia y la responsabilidad de asumir las consecuencias de nuestros actos, las culpas y aciertos no se comparten en este caso y no cualquiera se atreve a asumir esta postura porque no todos están preparados para aceptar los retos.
Por eso, cuando nos miramos al espejo, nuestra vista interior debe penetrar más allá de esa pulida superficie, como lo menciona Jorge Luis Borges en su inmortal poema Los Espejos del cual, les voy a compartir dos fragmentos:
…Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro paredes de la alcoba hay un espejo, /ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo /que arma en el alba un sigiloso teatro.
Todo acontece y nada se recuerda /en esos gabinetes cristalinos /donde, como fantásticos rabinos, /leemos los libros de derecha a izquierda…
Lo último que hacemos cuando salimos de la casa dispuestos a enfrentar nuestra cotidianidad es mirarnos al espejo y asegurarnos de que nuestra presencia es “aceptable”, en ese momento, debemos aprender a ver más allá de la fría imagen que el espejo nos devuelve, debemos aprender a ver esa imagen secreta que hay más allá y sabernos un milagro de vida, un potencial de decisiones, un caudal de neuronas al servicio de nuestros deseos… o ¿acaso no nos hemos dado cuenta que la computadora más sofisticada que pueda existir es una burda copia del cerebro humano? Genios de la talla de Albert Einstein, han desarrollado el 10% del potencial de sus cerebros…¿Acaso no somos una maravilla y nos quejamos?
Ya estoy frente al espejo a punto de salir a mi diaria labor; soy un milagro vivo, poseo un maravilloso intelecto y un cuerpo increíble que es un digno estuche de mi “yo” inmaterial, sólo me resta mirar más que con los ojos, con la mente, más allá de la pulida superficie para salir a mi quehacer diario con una sonrisa de triun