El año nuevo es tal vez la expresión más evidente de la importancia de los ciclos en la vida humana, el rito para recibirlo tiene muchas tonalidades, desde la cena, los abrazos, los buenos deseos hasta las locuras y supersticiónes para atraer la salud, dinero y amor, los viajes, matrimonios, hijos, casamientos, ganarse la lotería o conseguir un buen trabajo.
Se hacen muchas ridiculeces como tragar 12 uvas rápidamente, ponerse calzones de diversos colores, salir corriendo a darle la vuelta a la manzana donde vivimos cargando maletas para atraer los viajes todo el año, tener en casa los borreguitos de la suerte, las tres monedas e infinidad de tonterías más, que sirven la mayor parte de las veces para divertirse un poco pero, por si las dudas, pueda funcionar.
Mi madre que festeja con fervor la Navidad nunca ha hecho caso de la fiesta de año nuevo, tal vez porque la considera poco religiosa y más pagana, pero siempre me ha llamado la atención que a pesar de que ella se duerme temprano me pregunte que si me quedaré a ver nacer el año; explica “fíjate en el cielo, se ve cuando el año sale y va llegando el nuevo como una luz blanca”.
Nunca he logrado verlo porque con tanto cuetes y balazos prefiero resguardarme, sin embargo, me sorprende que incluso ella con sus 94 años muestre una actitud fresca y diferente el día primero de enero.
Aunque para muchos, esta actitud fresca es imposible por las resacas del día anterior, todos, absolutamente todos, tenemos la sensación que cruzamos un puente, cerramos un ciclo y abrimos otro lleno de oportunidades. Aún en aquellos en que su vida es miserable.
Y volvemos a esperar cosas maravillosas, dinero, amor, viajes, éxito, trabajo, volvemos a desearlas para otros, volvemos a renovarnos. Sin embrago, tengo la sensación que nunca antes en mi vida había presenciado un gusto tan grande como el vivido este año para despedir el que se fue y abrir la esperanza al que inicia.
Confinamiento fue la palabra que la Real Academia Española escogió como la palabra del año y muchos en el mundo vivimos así desde el mes de marzo, un tanto esperando a que pase la pandemia que se prolongó hasta ahora y parece continuar algunos meses más, pero aun así desde casa, renovamos esperanzas, deseos, festejamos en cuadro chico, tratando de hacer pasadero este momento importante en nuestras vidas.
Esperanza tal vez sea entonces la palabra presente en todos después del confinamiento que, sin pronunciarse, la guardamos en nuestro corazón y más allá del deseo habitual para que pinte mejor este año, la ciencia nos ha hecho el mejor regalo para renovar fuerzas: la vacuna para combatir la pandemia y la humanidad renueve su vida.
Lo demás como todos los años puede seguir esperando.
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