Pedro Alonso Pérez
Corría el año 1954 y la bonanza algodonera se enseñoreaba en el noreste extremo de Tamaulipas, según decía el gobernador Horacio Terán en su reciente informe. Repuntaban los precios del textil, proporcionando empleo a numerosos inmigrantes y repatriados. Y se multiplicaban los solicitantes de parcela, que mediante la propiedad social de la tierra querían gozar también de los beneficios del auge agrícola, monopolizado por grandes propietarios nacionales y extranjeros como Anderson &Clayton. Al iniciar el segundo semestre de aquel año, surgió por este motivo un fuerte movimiento agrario en Reynosa-Río Bravo que impactó la conciencia de la sociedad rural en esta región fronteriza.
Tomando la tierra
Cansados de trámites y gestiones infructuosas, centenares de campesinos sin tierra, agrupados en comités peticionarios, decidieron ocupar dos enormes predios: «El caliche» o «Galo Álvarez» y el rancho «El mexicano». Argumentaban tener una resolución presidencial a su favor desde 1951, pero en los tres años transcurridos no habían recibido la tierra, que seguía en manos de terratenientes. Dirigía este movimiento campesino un líder regional de nombre Everardo J. Hernández. La «invasión» provocó alarma entre los propietarios rurales, ante la decidida acción de los solicitantes agrarios, que además entraron armados de sus viejos rifles, pistolas y machetes. En las inmediaciones del rancho «El caliche» ubicado «cerca del río Bravo por la brecha 109», se suscitó un enfrentamiento entre invasores y algunos propietarios, con saldo trágico de un muerto y varios heridos de bala, según reportaban El Mañana de Reynosa del 11 de junio de 1954 y El Sol de Tampico, en la misma fecha. Aunque en sus primeras notas la prensa regional habló de dos muertos y culpó a los campesinos de haber agredido a balazos a una comisión que se acercaba para dialogar; poco a poco se fue configurando una versión más apegada a la realidad, aún sin abandonar el recurrente anticomunismo propio de esa época en el periodismo nacional y local.
Al mismo tiempo que este movimiento tamaulipeco, en otro estado norteño ocurría una acción similar de miles de campesinos. «Motín comunista en Sonora; Tropas para sofocarlo» ponía el Sol de Tampico en su titular y reseñaba: «Entre gritos de ‘abajo el Imperialismo Yanqui’ aproximadamente 3 mil personas se lanzaron sobre la policía que había detenido a ocho campesinos», después de una invasión de tierras en manos de extranjeros, reclamadas por los invasores; continúa la nota: «los manifestantes atacaron a pedradas las oficinas de la ‘Cananea Cattle Company’ propietaria de las tierras que habían sido tomadas» Lo anterior dio pié a los medios para mantener información conjunta de lo acontecido en ambas entidades; y al mismo tiempo, dar rienda suelta al prejuicio anticomunista, pues los campesinos sonorenses eran dirigidos por Jacinto López, líder agrario de la Unión General de Obreros y Campesinos Mexicanos (UGOCM) y del Partido Popular de Vicente Lombardo Toledano, organismos identificados con la izquierda socialista.
Prensa, represión y anticomunismo
Al considerar el movimiento campesino en la región algodonera de Reynosa: «Invasión de tierras que responde a siniestro plan de agitación»; la prensa regional desinformaba a sus lectores y se ponía al servicio de los grandes intereses privados afectados por esta lucha agraria. El Sol repetía que la agresión armada provino de los ocupantes y que resultó muerto el mayor Aurelio Núñez, «muy estimado en círculos sociales de Reynosa», quedando gravemente heridos el capitán piloto aviador Rodolfo Reyes Gómez, «ayudante de la Presidencia de la República», que supuestamente realizaba una investigación para ésta; y sin precisar nombre, también «el administrador del Rancho ‘Dolores’ propiedad del senador por el Estado de México, Alfredo Del Mazo».( Más adelante se supo que un tal Salvador Domene fue herido, sin aclarar si era este administrador u otra persona). Asimismo, detallaba el periódico que el gobernador se encontraba en la ciudad de México, pero ante la gravedad de los hechos, regresó de inmediato a Ciudad Victoria, dando instrucciones al procurador para trasladarse a Reynosa y practicar una investigación al respecto.
Destacaba al día siguiente El Sol, la similitud de «esta agresión» y los hechos de Sonora, «se supone que este tipo de maniobras obedecen a siniestros planes», decía. Daba a conocer también que «soldados de línea» – tropas del 11º regimiento- desalojaron y detuvieron a numerosos «paracaidistas”. Posteriormente el matutino porteño haría saber que, en este operativo, los militares locales fueron reforzados por 114 soldados de caballería, traídos de Monterrey bajo el mando del general Tiburcio Garza Zamora, apoyado en la acción represiva por la policía urbana de Reynosa, dirigida por el Alcalde Alejandro Garza Zamora y el inspector Onésimo Gómez. En efecto, los centenares de solicitantes que habían ocupado aquellos latifundios fueron desalojados con violencia y 60 peticionarios terminarían encarcelados. Por eso formaron el Comité Permanente de Lucha por la Tierra y Defensa de los Presos Revolucionarios de Tamaulipas, presidido por Everardo J. Hernández, electo por representantes de 10 mil campesinos y 24 centros de población, según informaba en su edición del 13 de junio El Mañana: «Más de dos mil campesinos se reunieron el domingo pasado. Graves cargos se lanzaron contra los latifundistas y campesinos nylon»
Lucha social y desaparición forzada
Encabezados por dicho Comité, los campesinos realizaron grandes movilizaciones masivas y lograron apoyo en distintos puntos del estado; por ese respaldo, casi todos los detenidos salieron libres, pero quedaron en prisión y sujetos a proceso: Leodegario Hernández y Raúl Muñiz, acusados de disparar sus armas. Prosiguieron con mayor fuerza las manifestaciones reclamando tierra y la libertad de sus compañeros. Pronto se supo que los solicitantes tenían razón, amparados en la resolución presidencial de 1951, y que el enfrentamiento a balazos fue resultado de una provocación de los terratenientes. También se supo que el mayor Núñez era propietario rural; que el capitán Reyes Gómez en realidad fungía como agente de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y que «el conocido agricultor tamaulipeco» Sebastián F. Domene (o Salvador Domene) era un español, traficante agrario y acaparador de tierras. De acuerdo a lo declarado por el Ing. Eustaquio L. Contreras, secretario de la Comisión Agraria Mixta al periódico El Sol de Tampico del 16 de junio de 1954.
Everardo era un inquieto luchador social residente en esta región fronteriza, donde era conocido y apreciado por campesinos de Reynosa, Rio Bravo, Valle Hermoso y Matamoros. Sus dotes de líder se habían manifestado desde antes en diversos organismos agrarios, militaba en el Partido Comunista Mexicano (PCM) en tiempos del “macartismo” en EUA y el anticomunismo de la guerra fría. Cuando muchos dirigentes sociales cedían a las presiones y amenazas o se vendían al mejor postor. “No se ha acuñado aún la moneda que pueda comprar a Everardo J. Hernández”, dijo éste en forma retadora, en la cresta de la lucha social que encabezaba, nos narraban de memoria los viejos comunistas, como Severiano Ponce, a los jóvenes del PCM en los años 70 y 80. Everardo fue secuestrado el 3 de julio de 1954, asaltado en alguna brecha, al parecer por órdenes de terratenientes afectados. El hecho se difundió inmediatamente, El Mañana de Reynosa al siguiente día hizo saber que “el propio gobernador [Horacio Terán] se halla interesado en aclarar el caso”. Sin embargo, jamás apareció vivo o muerto este reconocido líder campesino. En uno de los primeros episodios de esa nefasta práctica de «desaparecidos políticos»; que durante las siguientes décadas se generalizaba en casi todo el país, en el marco de lo que luego se conoce como «la guerra sucia» contra críticos, opositores, guerrilleros y luchadores sociales, ocurrida con mayor fuerza durante los años setenta.